Por Charlie Vargas Sepúlveda
Imagen: Internet
Son las 00:34 am, los jóvenes responsables (y educados) han abandonado la fiesta. Las sillas desordenadas. Vasos rojos adornan los muebles. El baño tiene una fila interminable de invitados que continúan en el lugar. Vómito en rincones se alcanza a distinguir. Amigos charlan de política, fútbol y hasta religión. La pista de baile está desolada. Música electrónica sirve de fondo, sin embargo, se ha convertido en un fastidio: cada vez que cambia de track, las miradas se desvían al reproductor y a las enormes bocinas. ‘‘Hay que poner banda, ¿no?’’, se escucha repetidamente. ‘‘¿Qué quieren?’’, responde el anfitrión (el único que sabe usar el estéreo). ‘‘Tengo a La Arrolladora (Banda el Limón), Intocable, Recoditos, El Recodo…’’, agrega y es interrumpido por un mar de voces: ‘‘pon esa que dice ‘‘y la verdad es que no soy tan fuerte como lo pensaba’’…‘‘no, mejor la de ‘‘El final de nuestra historia’’…‘‘no, no organicen, mejor las de Jenny (Rivera)’’…Todos participan, todos tienen un título diferente, desde el que viste traje negro y zapatos boleados hasta el que decidió que usar lentes de sol cuando no hay sol es buena idea. A todos les gusta la banda sinaloense.
Hacer vibrar el piso
La Banda es un género musical que nació en el estado de Sinaloa, en los años veinte, bajo la influencia de grupos musicales franceses. Con clarinetes, trompetas, trombones, bombos y tambores, el género fue enraizándose en suelo nacional y es, en 2013, uno de los más aclamados (al menos en las fiestas a las que he asistido) para cantar, bailar y hacer vibrar el piso. Sin embargo, hay mucha gente que se apena al aceptar que dicha música forma parte de su repertorio de cabecera. En encuesta realizada por el equipo de La Partitura a 30 jóvenes que asistieron a una fiesta en la colonia Postal, en la Delegación Benito Juárez, se preguntó ‘‘¿qué generó musical no escucharías, bailarías o cantarías frente a los papás de tu novia/o?’’, 21 respondieron que ‘‘la banda’’, o sea, poco más del 66%. Es decir, es el gusto culposo más cabrón de todos (en el ámbito musical).
Mensajes inolvidables
Las letras de los grupos que tocan banda han trascendido por los temas que tocan: amor, sexo, infidelidades, separaciones, corazones rotos, despedidas, reencuentros, etcétera. Temas universales, digeribles para todo el público, que pueden ser dedicados a cualquiera y por cualquiera porque manejan situaciones que ocurren todos los días. No hay necesidad de realizar un análisis profundo para entender el mensaje de la canción.
Quién no podría entender las palabras dolidas de Intocable: ‘‘¿Qué más quieres de mí?, dímelo, por favor. Ya no encuentro palabras ni encuentro la forma de darte mi amor’’, en su éxito ‘‘¿Y todo para qué?’’; las infieles de la Arrolladora Banda el Limón: ‘‘te metiste en el fondo de mi corazón y te robaste la mitad de la bondad que había en mí. Hasta mil veces he pensado en cambiarla a ella por ti’’, en la canción ‘‘Disponible para mí’’; las educativas (procuren no reírse. Bueno, sí háganlo) de Los Recoditos: ‘‘soy tu maestro chiquita, ese que en el campo tenía su escuelita y a amar te enseñó’’, en la rola ‘‘La escuelita’’; las románticas de la Banda MS: ‘‘tú eres como el agua clara que llueve del cielo (¿de dónde más iba a llover?, me pregunto), haces sentirme orgulloso simplemente si de la mano nos ven’’, en ‘‘Mi razón de ser’’ de 2013; las derechas (como las flechas) de Aliados del tiempo: ‘‘quiero proponerte una cosa, si estás de acuerdo, quiero hacerte el amor’’, en ‘‘Te amo’’ o las de despedida de K-Paz de la Sierra: ‘‘la carta dice ‘espérame’. El tiempo pasará. Un año no es un siglo’’, en ‘‘Volveré’’.
Mensajes inolvidables, sin complejidades y listos en cada momento de la vida diaria para ser mandados, cantados o recitados, sin embargo, la gente se niega a aceptar su gusto por tal música, ¿por qué será?
La sombra del narco
La banda sinaloense tiene pésima reputación. Desde los noventa, se vincula a los grupos musicales con bandas criminales. ¿Por qué?, los cárteles de la droga los contratan para que toquen en conciertos privados. Presuntamente se les amenaza en caso de no asistir. Representantes del género han muerto acribillados y sus asesinatos quedaron bajo la sombra de esas relaciones con el narco. Un ejemplo de las ejecuciones de cantantes del género es el intérprete de ‘‘Lobo domesticado’’: ‘‘con ráfagas de metralletas y rematado a corta distancia con un arma corta, fueron asesinados el cantante Valentín Elizalde y dos personas que lo acompañaban’’, reportó Julio Manuel Guzmán en el diario El Universal, el 25 de noviembre de 2006.
En ocasiones los miembros de las bandas no saben que están tocando para narcotraficantes, otras veces sí, pero no tienen de otra: ‘‘En Sinaloa, como en otros estados asolados por el crimen organizado, es fácil para un sicario o un capo del narcotráfico asesinar a un músico: el embrutecimiento de los festejados, el olvido de la letra de una canción o que los músicos decidan dar por terminada la tanda y cobrar por sus servicios son motivos suficientes’’, escribió Javier Valdez Cárdenas, corresponsal del periódico La Jornada, en su reportaje ‘‘Bandas sinaloenses sobreviven entre música y tableteo de ametralladoras’’, el 11 de marzo del año pasado.
Ese vínculo con la economía criminal es un peso que deben cargar todas. Otra razón para vincularlas es lo parecido del ritmo con los ‘‘narcocorridos’’. Incluso, grupos del género sinaloense han compuesto letras que pueden catalogarse de esa forma. Si no me creen, escuchen a Los Tucanes de Tijuana en la película El infierno con ‘‘El diablo’’. Algunas agrupaciones, para limpiar su imagen, se dedican a hacer obras de caridad y crean organizaciones para el bienestar de los demás, por ejemplo, la Fundación de Los Tigres del Norte, nacida en 2000 con el objetivo de preservar tradiciones musicales mexicanas. Sin embargo, no nos hagamos tontos, sí le entran al juego (sin generalizar).
Acompañados de cerveza
La banda sinaloense es el gusto culposo más cabrón de todos porque nos encanta a pesar de todo (al menos a mí). Y nos encanta porque nos llegan sus letras. Y nos llegan sus letras por los temas que tocan. Y tocan esos temas porque saben que nos llegan. Es un círculo vicioso. Tóxico y ensordecedor. Un momento en que desde el más metalero y el más ‘‘culto’’ musical (los he visto) se unen para entonar la letra, acompañada de una cerveza.